Erase una vez tres cerditos (Miguel, Paco y Chiquitín) que vivían con sus papás en una casita en el campo. Un día, sus papás les dijeron:
– Ya sois mayores y tenéis que ir pensando en buscar una casita donde vivir.
Así que los tres hermanos cogieron el dinero que tenían ahorrado y se marcharon a buscar el lugar más adecuado para construir sus casas.
Andando iban los tres cerditos, cuando llegaron a un lago precioso. Aquel lago tenía el agua azul y estaba rodeado de un bosque frondoso y verde. De repente, Chiquitín, comenzó a decir:
– ¡Ay! ¡Qué cansado que estoy! No puedo seguir andando. Mejor me quedo aquí para construirme una casita.
Su hermano Miguel, que era muy sensato, le dijo:
– ¡Pero hombre! ¿Cómo te vas a quedar aquí sólo? ¿No quieres venir con nosotros a buscar otro sitio?
– No, yo me quedo aquí – Dijo Chiquitín – Además, he visto un montón de paja detrás de un árbol y me servirá para hacer una casita.
– ¡¡Una casa de paja!! ¿No te das cuenta que si viene un viento fuerte la casa se va a destruir? – Le replicó Miguel.
– ¡Buah! Tu siempre igual, Miguel. Yo voy a construir mi casa de paja y tardaré poco en hacerlo, después me iré al lago a bañarme.
Así que los dos hermanos mayores siguieron su camino para poder encontrar el mejor sitio donde hacer su casa, Y allí se quedó Chiquitín, construyendo su casita de paja. Terminó tan deprisa que se puso el bañador y se fue a nadar al lago.
A todo esto, Miguel y Paco llegaron a un prado enorme. Aquel prado era verde, lleno de flores y arbustos. Al verlo, de repente Paco dijo:
– ¡Ay! ¡Qué cansado estoy! No puedo seguir andando. Mejor me quedo aquí para construirme una casita.
Su hermano Miguel, que era muy juicioso, le dijo:
– ¡Pero hombre! ¿Cómo te vas a quedar aquí sólo? ¿No quieres venir conmigo a buscar otro sitio?
– No, yo me quedo aquí – Dijo Paco – Además, he visto un montón de madera detrás de un arbusto y me servirá para hacer una casita.
– ¡¡Una casa de madera!! ¿No te das cuenta que si viene un viento muy fuerte la casa se va a destruir? – Le replicó Miguel.
– ¡Buah! Tu siempre igual, Miguel. Yo voy a construir mi casa de madera y tardaré poco en hacerlo, después me iré al lago con Chiquitín a bañarme.
Así que Miguel siguió su camino para poder encontrar el mejor sitio para hacer su casa, Y allí se quedó Paco, construyendo su casita de madera. Terminó tan deprisa que se puso el bañador y se fue a nadar con Chiquitín al lago.
A todo esto, Miguel llegó a una colina maravillosa. Aquella colina era verde y estaba llena de flores. Al verla, de repente Miguel pensó:
– ¡Que gran sitio para hacer mi casa! Si construyo la casa en lo alto de la colina podré ver con tiempo si viene el lobo. Y la voy a hacer de ladrillos, así será resistente.
Miguel se fue al pueblo, compró ladrillos y cemento y comenzó a construir su fantástica y resistente casa.
– ¡Vaya casa tan chula me ha quedado! Tiene de todo, incluso, una chimenea para cocinar y una ventana para poder asomarme. Pero, vaya, no me queda tiempo para ir al lago a bañarme. Bueno, no pasa nada, mañana iré.
Pero al día siguiente apareció el lobo……
– ¡Ummmmmm! Aquí huele a cerditos, cuando los vea me los comeré…… Allí, una casa de paja, seguro que el cerdito está allí.
El lobo se acercó a la casa de paja y llamó a la puerta.
– Cerdito, cerdito, déjame entrar.
– Ni por un pelo de mi barriguita, ita, ita.
– Pues si no me dejas entrar, soplaré y soplaré y la puerta derribaré.
– Inténtalo. Dijo el cerdito muy seguro de la resistencia de su casa.
Así que el lobo se sentó sobre las patas de atrás, cogió aire y sopló. La casa de paja salió volando y allí se quedó el cerdito, asustado y sin saber que hacer; pero, de repente, Chiquitín salió corriendo a casa de su hermano Paco para poder resguardarse.
– ¡Paco! ¡Paco! ¡Ábreme la puerta que el lobo me quiere comer.
Le dió tiempo a entrar en la casa de su hermano antes de que el lobo llegase y cuando este llegó, llamó a la puerta.
– Cerditos, cerditos dejarme entrar.
– Ni por un pelo de nuestra barriguita, ita, ita.
– Pues si no me dejáis entrar, soplaré y soplaré y la puerta derribaré.
– Inténtalo. Dijo el cerdito muy seguro de la solidez de su casa.
Así que el lobo se sentó sobre las patas de atrás, cogió aire (más aire) y sopló. La casa de madera salió volando y allí se quedaron los cerditos, aterrados y sin saber que hacer; pero de repente Chiquitín y Paco salieron corriendo a casa de su hermano Miguel para poder resguardarse.
– ¡Miguel! ¡Miguel! ¡Ábrenos la puerta que el lobo nos quiere comer.
Les dió tiempo a entrar en la casa de su hermano antes de que el lobo llegase y cuando este llegó, llamó a la puerta.
– Cerditos, cerditos dejarme entrar.
– Ni por un pelo de nuestra barriguita, ita, ita.
– Pues si no me dejaís entrar, soplaré y soplaré y la puerta derribaré.
– Inténtalo. Dijo el cerdito muy seguro del aguante de su casa.
Así que el lobo se sentó sobre las patas de atrás, cogió aire (mucho aire) y sopló.. Pero no ocurrió nada, no se movieron ni las cortinas. El lobo muy enfadado volvió a sentarse sobre las patas de atrás, cogió aire (muchísimo más) y sopló. Pero nada, no se movieron ni las pestañas de los cochinos. El lobo, aún más enfadado, se sentó a pensar la manera de entrar en la casa. Cuendo estaba pensando vió que de la chimenea salía humo y pensó:
– Si de la chimenea sale humo, lo mismo yo puedo entrar por ahí.
El astuto lobo comenzó a trepar por la pared para subir al tejado, andubo por el tejado en dirección a la chimenea. Pero Miguel, que era más listo que el lobo, sabía lo que estaba intentando y se lo dijo a sus hermanos. El lobo llegó a la chimenea y comenzó a bajar por ella. Cuando estaba llegando abajo, Miguel quitó la tapa de la olla de la sopa que estaba cocinando; justo al asomar el lobo su cola y este se quemó el culete. Dió un enorme grito y salió por la puerta diciendo:
– ¡A esta casa no vuelto porque estos cerditos son muy listos!
No volverieron a saber nada de aquel lobo y los hermanos pequeños, Paco y Chiquitín, aprendieron que para estar seguros no existen atajos. Fueron al pueblo a comprar ladrillo y cemento para poder contruir sus casas al lado.
Y colorin colirado, como a mi me lo contaron os lo he contado.