—¡Es un restaurante precioso!
—¡Gracias! Todo es poco para ti.
—Es muy romántico. El pianista, las luces tenues, la decoración, las velas…
—Sí, tenía ganas de venir a cenar aquí —comentó Antonio tragando saliva—. Contigo.
—Muchas gracias.
Margot y Antonio comenzaron a hojear la carta del restaurante para saber lo que cenarían aquella noche. No era una noche cualquiera, era su primer aniversario y tenía que salir todo perfecto. Después de tantos meses de convivencia, unos días en casa de Antonio y algunas noches en casa de Margot, había llegado el momento de pasar a la siguiente fase en su relación. O así lo veía Antonio.
—¿Ya sabes lo que vas a pedir, cari?
—Aún no lo he decidido. —contestó Margot con los ojos desorbitados, como los precios de la carta.
—Pide lo que quieras. ¡Hoy pago yo! —afirmó Antonio henchido de orgullo.
—¿Estás seguro? Este sitio es muy caro.
—Sí, cariño. He estado ahorrando durante mucho tiempo.
—¡Está bien! —sentenció Margot subiendo los hombros hasta sus orejas.
Enseguida llegó un camarero estirado como un palo, si no les hubiese hablado, Antonio habría jurado que era un androide. Estaba muy rígido, incluso tenía la barbilla ligeramente levantada.
—¿Ya saben lo que van a tomar los señores?
—Los señores no sé, pero la señorita sí lo sabe —contestó con una mueca en la cara.
Cuánto le molestaban a Margot aquellos micromachismos de algunas personas.
La cena transcurrió muy agradable y todo estaba saliendo a la perfección. Antonio, le había prometido al pianista que, si tocaba Comptine D’un Autre Été de Yann Tiersen le daría una jugosa propina. Todo era poco para su amada.
—Me está gustando mucho esta noche, cari.
—Quiero que seas feliz y quiero darte lo mejor.
—Lo sé. Yo también te quiero mucho y es la mejor cena de aniversario.
—Voy un momento al aseo, cariño. No tardo.
—De acuerdo.
Antonio tenía acordado con el pianista hacerle una señal para comenzar a tocar aquella melodía de cien euros. Después volvió a su sitio disimulando.
El pianista comenzó a tocar.
—¡Antonio! ¿Has sido tú?
—Si, cariño. Todo lo mejor para ti.
Antonio lo tenía todo preparado. Al final de la velada irían a dar un paseo y le pediría matrimonio.
—Está siendo la mejor cena de mi vida.
—Me gusta escucharte decir eso —contestó Antonio mientras buscaba su cartera por los bolsillos de la chaqueta.
—¿Estás bien?
—Sí, sí. —Antonio no encontraba la cartera.
—Te noto algo nervioso.
—No pasa nada, estoy bien. —Seguía registrando bolsillos.
—Si tú quieres podemos ir a dar un paseo por la playa.
—Sí, es una buena idea —dijo un Antonio cada vez más pálido.
—Si te apetece, nos podemos ir ya.
—Sí, dame un minuto.
—¿Qué pasa? ¿Tienes más sorpresas?
—Sí, bueno. Alguna sorpresa más habrá, cariño.
—Jolines, sí que estás derrochador hoy.
—Margot, ¿tú me quieres? —preguntó Antonio muy nervioso.
—Claro y sabes que haría cualquier cosa por ti.
—¿Cualquier cosa?
—Claro, cari. ¿Te pasa algo?
—No sé cómo decirte esto, Margot.
—Me estás asustando —exclamó Margot poniéndose cada vez más nerviosa.
—¿Tú…?
—¿Yo qué, Antonio?
—¿Tú…?
—¡Jolín, arranca!
—No sé cómo decirte esto sin que suene mal —comentó Antonio muerto de vergüenza.
—¿Antonio, me estás dejando?
—No, no, no. —Antonio agitó las manos.
—¿Entonces qué pasa?
—Margot —Antonio tragó saliva y dijo por fin—. No he traído la cartera y necesito que pagues todo tú.
—¿Qué es todo, la cena?
—Y el pianista.

Autora
Aida Muñoz