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Me gustó el cuento por dos cosas: el final no es tan atroz para el lobo, como suele suceder en los cuentos tradicionales. A cambio de eso, se ofrece un desenlace donde prima el ingenio a la violencia. El cuento, además, viene sin ilustraciones. No solo es una idea genial para que los peques, en casa, puedan hacer suyo el libro añadiendo sus dibujos, sino que me parece un recurso ideal para las aulas: donde todos los alumnos pueden participar dibujando en sus páginas, guardando un tesoro y un recuerdo muy especial en la biblioteca de la clase o del centro educativo.